Coras defienden territorio ante amenaza de Presa Las Cruces

(Foto: CIP Programa de las Américas)

El pueblo de Presidio de Los Reyes sintetiza bien el accidentado devenir de la población nayeri en su enfrentamiento con el Estado mexicano, sea el colonial en el siglo XVIII, el liberal del XIX o las versiones paridas de la revolución, en la última centuria.

Hoy, en las calles de piedra y polvo de este caserío de tierra caliente se refleja la división causada por el último megaproyecto gubernamental: la hidroeléctrica Las Cruces, con el que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) pretende represar el Río San Pedro Mezquital en el territorio cora.

La propuesta pone en riesgo hasta 18 puntos marcados por una toponimia vieja y sagrada que los fuereños no suelen siquiera intentar comprender.

De por sí, el poblado está partido por el río y luego por la historia del mestizaje. Ahora los mestizos, con dos generaciones en su haber, dan respaldo casi total a una obra que les promete miles de empleos (en su mayor parte temporales), mejor infraestructura, asistencia social y salud. Al transponerse el puente, y geográficamente a menos de un kilometro de distancia, están los descendientes de los originales, que más allá de su tradicional desconfianza, ven en el embalse artificial la destrucción de una parte de su mundo, un proceso más en la larga erosión de una cultura cuyas aldeas serranas ya no parecen ser la frontera infranqueable que fueron en tiempos de antaño.

Tras los valles suaves y feraces de la costa nayarita en donde los pescadores ribereños viven de los recursos del desemboque a las Marismas Nacionales, se remonta por Estación Ruíz al poniente, hacia las montañas del Gran Nayar, por una carretera aún inconclusa. Así se llega a Presidio de los Reyes y la comunidad de San Pedro Ixcatán, de origen indígena, y una de las nueve que integran el mundo cora.

Por su cercanía a las llanuras, tiene un fuerte componente de campesinos avecindados que ostentan derechos agrarios y no siempre juegan a favor de los intereses locales, mismo que ha suscitado enfrentamientos, como el del pasado 12 de octubre.

“La Comisión Federal de Electricidad ha aprovechado esto para tratar de dividirnos; promete todo pero condicionado a un sí, y si eso falla, fabrica acuerdos, asambleas y toda una serie de artimañas con el apoyo de la Procuraduría Agraria (PA) y del gobierno del estado”, señala el delegado por el Consejo Indígena Nayeri, Julián López Canaré.

“Un megaproyecto así expropia una gran cantidad de tierra que es parte de nuestro territorio primordial, de por sí muy pequeño ante tantas invasiones; pero también es una intención de privatizar el agua; pensamos que para que nuestra cultura tenga continuidad necesitamos nosotros decidir sobre el uso de nuestro territorio y discutir sobre lo que pensamos debe ser el desarrollo”, añade.

Los comuneros coras están informados del proyecto desde 2008, pero fue apenas hace unos meses que se les intentó pedir la anuencia.

Tras largas consultas al interior de la sierra, y con sus aliados académicos y de la sociedad civil, las autoridades indígenas decidieron No el 7 de abril de 2013.

La respuesta fue ruda: el 14 de abril, la paraestatal y la PA anexaron firmas de asistencia de la asamblea y con sus aliados mestizos (no todos) dieron permiso para continuar trabajos de exploración en el río San Pedro.

El despliegue de apoyos fue abierto, pero por citar un caso, 30 frascos de suero antialacrán que llevaron a la clínica local, desaparecieron en tres días, “pues nos dijeron que se necesitaban en otra zona”, refiere un morador.

El propio jefe de residencia de la Procuraduría Agraria, Rómulo Pérez Cruz, reconoció que no se podía verificar la asamblea debido a la falta de quórum, pues según el Registro Agrario Nacional, San Pedro Ixcatán tiene 920 miembros con derechos vigentes, pero resulta que 515 difuntos aún figuran como votantes.

Desde que se certificó el ejido de la kafkiana comunidad, los 515 ya habían sido sancionados por ausencia. Después se pasó por alto su persistente omisión y se les reintegró al padrón. Pero ni rastro de sus almas. “La CFE se vale de todo”, advierte Jorge Alberto Dávalos, profesor de Tuxpan.

La geografía accidentada permitió a los coras resistir la conquista europea por dos siglos. Hoy, cuando los ingenieros han descubierto en ello condiciones ideales para producir electricidad con una cortina de 185 metros de elevación, esa misma orografía parece cambiar los giros de un destino casi nunca promisorio.

No solo es asunto de los coras. El destino de los pescadores de los esteros de las Marismas Nacionales, río abajo, está de por medio, porque la presa implica la pérdida del equilibrio en la mezcla de los aportes de aguas dulce y salada; el corte de corredores de especies desde las montañas, y la muerte de manglares que son la cuña de la biodiversidad.

Agustín del Castillo es reportero de Milenio Jalisco, Premio de Periodismo Walter Reuter Edición 2010, Premio Regional Reuters-IUCN 2008 de Excelencia en el Periodismo MedioAmbiental y colaborador con el CIP Programa de las Américas. Este artículo fue publicado originalmente por Meloncoyote, un proyecto de Periodismo para Elevar la Conciencia Ecológica. Contacto: meloncoyote@gmail.com

Fuente: CIP Programa de las Américas


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